Cañaveral Oriental, un sector de aventuras y travesuras

El sector de Cañaveral poco a poco se ha desarrollado urbanísticamente y hoy se encuentran más conjuntos y centros comerciales. Foto de 2010. – Archivo/GENTE DE CAÑAVERAL
Cañaveral Oriental, un pequeño sector ubicado a un costado de la autopista, esconde grandes historias. Para muchos es conocido como Cañaveral Panamericano.
Y es que este barrio construido por Urbanas en la década de los 70, contaba con 56 casas, 2 manzanas -cada una conformada por 28 casas de 250 metros cuadrados aproximadamente-. Sus primeros habitantes lo recuerdan como lugar acogedor, tranquilo y sobretodo muy familiar.
Familias como los Plata Plata, Arenas Ortega, Mejía Landinez, Páez Morales, Rueda, González, Méndez Monsalve, Prada Uribe, Mesa Herón, Tinoco, Peña, Bohorquez, Winner, Pisciotti, Peñuela, Lizcano, Zárate, Aranda, entre otras, fueron las más tradicionales y representativas en Cañaveral Oriental.

La familia Mantilla Moreno fue una de las primeras que llegó a residir en Cañaveral Oriental. – Suministrada/GENTE DE CAÑAVERAL
El sector se caracterizaba por ser campestre, rodeado de lotes baldíos que se convirtieron en la zona “favorita” de los más pequeños.
“Era como vivir en una finca y para nosotros los jóvenes era delicioso porque en ese tiempo era muy poco lo que estaba construido y pudimos tener una niñez bastante divertida. Podíamos interactuar con todo, con la naturaleza, incluso podíamos pescar en el lago del parque recreacional que en ese entonces no existía, fue una experiencia deliciosa, yo hubiese querido que mis hijos tuvieran esa oportunidad de crecer en un lugar así y bañase en un pozo, pescar, cocinar y comer ahí mismo. Éramos como Daniel el Travieso. Para mí significó todo”, remembró Jaime Mantilla, uno de los primeros residentes de la zona.
Agregó que otro de los beneficios del barrio y la época fue la seguridad, porque los niños podían jugar en las calles y sus padres estaban tranquilos.
Gonzalo Barajas, quien llegó a este sector en 1974, recordó que para esa fecha en el sector ya estaba el Colegio Panamericano, al sur, y junto a este plantel educativo, en donde hoy es Lago Cañaveral, era el lote en donde Urbanas tenía el almacén de la obra, el cual posteriormente fue utilizado como cancha por los jóvenes. Hacia el oriente tenían de vecino el lago del Parque recreacional, que era un sitio abierto y la gente llegaba de paseo. En el norte el único edificio que fue construido por ese tiempo fue el de la iglesia mormona, al que al poco tiempo le pusieron una bomba, según Barajas.
Y en donde hoy es Serranilla era un lote. Hacia el occidente estaba el muro frente a la autopista. “En esa época no había puente y debíamos atravesar la autopista por un desecho. El tráfico era poco, a pesar de que por ahí pasaba todo el transporte intermunicipal y de carga. Al otro lado de la autopista estaban construidas dos manzanas, en una de ellas hoy funciona La chispa al Rojo, 2 x 1. Y la segunda manzana construida es en donde está Mercagan y la Suprema”.
Actualmente gran parte de las casas han sido reformadas, pero no hay edificios de más de dos pisos. En algunos funcionan colegios o empresas, sin embargo la mayoría sigue siendo residencial.
Algunas historias
Según Barajas, la relación de los jóvenes de Cañaveral Panamericano con los residentes del otro lado de la autopista siempre fue muy estrecha. “Los adultos no se conocían mucho, los más pequeños de la época si compartimos ya que nos encontrábamos en la cancha que aún se encuentra al lado de la iglesia. En ese tiempo la iglesia no existía, era todo un lote. En este sector había un lago y cuando el balón se iba al agua aprovechábamos para darnos un chapuzón, coincidía también que estudiábamos muchos en el Agustiniano.”
Sus juegos favoritos, además de montar “bici”, era cazar pájaros con escopeta de diablos, hacían paseos en bicicleta a Girón bajando por el colegio Reina de la Paz, que ya existía, por una carretera destapada que hoy día es el anillo vial.
“Del sector de Cerros de Cañaveral hasta el Club Campestre pasaba una carretera destapada, la cual se denominaba El Oeste no sé por qué, pero era el lugar favorito de las parejas a pie o en sus carros, para sus encuentros clandestinos, y de los muchachos que sacaban sin permiso el carro de la casa para hacer competencias. En una oportunidad a uno de ellos el carro se le volteó y quemó. Este lote era una finca y allí habían caballos viejos y aprovechábamos para montarlos sin permiso, atravesábamos la autopista montados en los caballos y llegábamos a nuestro barrio muy orondos”, recordó entre risas Gonzalo Barajas.
Agregó que “además del lote que volvimos cancha, las calles eran tranquilas para jugar, eso sí incomodando un poco a los vecinos. Las familias se reunían en fechas especiales como la Navidad y el Año Nuevo”.
Una de las anécdotas que marcó su vida sucedió en 1974 cuando vino Misael Pastrana Borrero a Lagos II a entregar esas casas. “Nosotros fuimos a darle la mano al Presidente. Recordó también que en el barrio siempre hubo servicio de celaduría independiente. “En una época hubo un vigilante al que apodamos el Azote del Oeste porque portaba un revólver en la cintura, pero infortunadamente para él se quedó dormido en el muro y los dueños de lo ajeno se lo robaron”.
Entre las travesuras que más recuerda, porque lo “metieron en problemas serios” fue romperle los vidrios a los carros que pasaban por la autopista con piedras y pepas de higuerilla que lanzaba desde el muro, siempre con complicidad de sus amigos.
Las tiendas, canchas y supermercados han formado parte de la historia de este sector. “En donde está el Centro Comercial Caracolí había una caseta de Urbanas y debíamos ir hasta allá a llamar, le dábamos el número al vigilante y él sacaba la llamada. Estuvimos mucho tiempo sin teléfono porque era complicado conseguir una línea telefónica, por tanto la constructora nos facilitó así el servicio.
Cuando queríamos comprar algo urgente de comer o tomar, íbamos a la caseta Unicentro ubicada en la Autopista, su nombre se debe a que fue montada al mismo tiempo que se inauguró el Centro Comercial Unicentro de Bogotá. La primera tienda que tuvo el barrio fue la del señor Juan Holguín, a donde íbamos a comer morcillas con Kola Hipinto y Mestiza”, contó Gonzalo Barajas, uno de los residentes más antiguos de Cañaveral Oriental o Cañaveral Panamericano, como lo prefiera llamar.
En conclusión, en este sector se tejieron grandes amistades que a pesar de los años y la distancia se conservan intactas. La complicidad, la risa y los juegos unieron a estas personas, quienes hoy ya son profesionales, padres de familia y residen en otros lugares; sin embargo, la tecnología ha logrado que aún se mantengan en contacto.
280
mil pesos aproximadamente era el costo de las viviendas en Cañaveral Oriental, en la década de los 70.