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| Oct 5, 2018 | Histórico, Portada, Qué pasa?

Pasado, presente y futuro del parque La Pera

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Mil y una historias del parque La Pera, conservan en sus mentes quienes vivieron en Cañaveral durante la época de los años 70 y 80. Era uno de los sitios preferidos por los “cañaveralejos”.

Para ese entonces, este lugar era un espacio verde rodeado de dos lagos, animales, una cancha, un puente y grandes árboles. Según recuerdan sus visitantes, aquí nacieron buenas amistades y hasta romances.

“Jugábamos a la lleva, escondite, tarro, tangara, el beso robado. Había cero tecnología”, relató María Isabel Ramírez, quien vivió en este sector durante la década de los 80.

Mientras tanto, en la memoria de Diego Gómez Orjuela permanece intacta la imagen de las babillas que habitaban el lago.

La historia del

parque y el lago

De acuerdo con la información suministrada por Ernesto Puyana Sanmiguel, exgerente de Urbanas, toda la franja ubicada entre la calle 29A y la calle 30, desde el CAI hasta la Iglesia, Hoyo en Uno, pasando entre Iroka y La Lomita, fue el área de sesión para espacio público que hizo la constructora cuando desarrolló la Urbanización Cañaveral, a finales de los años 60.

En cuanto al nombre, aseguró que posiblemente la comunidad lo haya bautizado de esta forma al asociarlo con el conjunto residencial que está al frente llamado La Pera, el cual fue denominado así, debido a la forma de pera que tenía el terreno.

“La primera parte, entre el CAI y la Iglesia, siempre fue parque. Desde el principio Urbanas construyó senderos, zonas verdes, una cancha e incluso inicialmente había un pequeño lago artificial, con un puentecito en arco. Con el tiempo, ya desarrollada la urbanización, no había quién cuidara del parque, el Municipio poco atendía las necesidades de este ‘barrio de ricos’ y el lago se convirtió en un problema. Recuerdo que en una época la Cámara de Comercio de Bucaramanga lo adoptó, le hizo una remodelación importante que eliminó el lago, mejoró la cancha y la arborización”, recordó Puyana Sanmiguel.

Explicó que el “laguito del parque tiene relación con un hecho tal vez poco conocido: Como todas estas tierras del valle del Río Frío y la quebrada Zapamanga eran fincas ancestrales dedicadas al cultivo de caña de azúcar, las recorrían múltiples ‘tomas’ o acequias’; (canales abiertos) que traían el agua por gravedad desde las lomas al Oriente, para riego de los cultivos. Estas tomas eran públicas y al urbanizarse esta parte no se podían cortar; había que respetar el derecho de las fincas aguas abajo. Además, el Club Campestre hacía y sigue haciendo uso de estas aguas para el riego del campo de golf”.

Así que por toda la calle 31 existía un canal abierto; por la calle 25 bajaba también un canal, que desembocaba precisamente en el pequeño lago del parque. Esos canales fueron posteriormente reemplazados por tuberías subterráneas, por eso en la calle 25 los antejardines son más anchos que en las demás calles del barrio.

Algunas vivencias

Quienes disfrutaron del lago aseguran que en la zona había hasta una cascada y el agua que caía formaba el primer lago. Después venía el puente que unía al segundo lago. Este era más grande, pero plano, lo que permitía que los jóvenes se metieran a bañarse y a pescar.

Al final se encontraba un muro que daba contra la cancha de fútbol, y “cuando jugábamos si pateábamos duro, el balón se iba para el lago. Nos tocaba hacer muchas maniobras con palos para sacarlo”, recuerda Carlos Olivo González, quien llegó a vivir a Cañaveral en la década de los 70, cuando existía solo la carrera 25 y “no habían casas, por ahí pasaba un caño y daba con el parque La Pera”.

En el lago también habían patos, gran variedad de peces y una babilla.

“La caseta de Parmenio”, ubicada en una de las esquinas del parque La Pera, es otro de los lugares que viene a la mente de este exresidente de Cañaveral al hablar de este sector. “Era la única tienda que quedaba por ahí cerquita y cerraba tarde cuando la gente se quedaba tomando cerveza”, contó González.

Por su parte la presidenta de la Junta de Acción Comunal, Nubia Prado, aseguró que durante los años 70 este lugar era uno de los sitios favoritos de los residentes de Cañaveral y Floridablanca. “Era un lugar con mucha naturaleza y venía la gente a pescar. Iban muchos jóvenes a bañarse, y era una hermosa recreación, muy sana en su época, decían que había una babilla, pero cuando secaron el lago se la llevaron para otro lugar”.

Agregó que el tiempo fue pasando, “los árboles crecieron y daban ese oxígeno puro y se sentía esa frescura, pero también se hizo un lugar perfecto para consumir drogas y empezaron a esconderse los delincuentes, la gente empezó alejarse de ese hermoso lugar. Los residentes vivieron experiencias bonitas en este lugar que hoy está rodeado de edificios, casas, conjuntos cerrados y vías”.

Recordó además que durante muchos años, “la Policía lo mantenía limpio con la ayuda de unos ciudadanos, pero todo fue cambiando y la misma Administración Municipal en su época nunca le puso cuidado. Muchos proyectos se hicieron con la ayuda de la JAC y residentes de Cañaveral, pero nunca los escucharon, así pasaron los años…y nadie se apersonó del parque La Pera”.

Germán Villalobos remembró los partidos de fútbol y los recorridos en bicicleta en este sector. “El lago lastimosamente lo secaron y construyeron una pista de bicicros y después la quitaron. También recuerdo el carro de perros de Chucha”.

La evolución

del parque

Este lugar, que se convirtió en uno de los más emblemáticos de Cañaveral, ha sufrido grandes transformaciones, comenzando por la desaparición del lago y del puente, que al parecer fue lo que más marcó la vida de los residentes en ese entonces.

El parque La Pera es considerado como el “pulmón de Cañaveral” y está listo para ser un importante parque incluyente que permitirá el acceso para las personas en condición de discapacidad, de acuerdo con el proyecto que iniciaron los estudiantes del colegio Nuevo Cambridge desde 2011. La propuesta ha sido apoyada por la JAC.

La Gobernación de Santander se comprometió a gestionar los recursos para ejecutar la obra, y aunque se había anunciado que estaría listo en 2017, ese proyecto sigue en “proceso”.

Contará con una zona en la que se podrán hacer presentaciones culturales, un CAI con una accesibilidad específica, hay una propuesta de agua y gimnasia para darle dinamismo. Lo más atrayente son los juegos para personas con discapacidad y niños en general.

Según el secretario de Infraestructura de Santander, Carlos Díaz, actualmente el proyecto está siendo ajustado y corregido por el consultor para ir nuevamente a la mesa de la Ocap.

Es importante señalar que los Ocad evalúan, priorizan, viabilizan y definen la conveniencia y oportunidad de los proyectos. Igualmente aprueban inversión en estudios y diseños, y proyectos para el inicio de la contratación y designan en cabeza de quién queda cada uno para su ejecución.

Los residentes esperan que el mejoramiento sea una realidad lo antes posible.

Todo este paisaje era muy bonito, No entendemos por qué lo acabaron. En este lugar sucedieron muchas historias.

Carlos Olivo González, exresidente de Cañaveral.