63 años de amor
Audry Laguado
Gente de Cañaveral
Doña Ligia Alba de García y don Jorge García Reyes, se conocieron en Bogotá, allá nacieron y en esa tierra fría se amaron.
El próximo 8 de diciembre cumplirán 63 años de matrimonio y aún se miran como si estuvieran en pleno noviazgo, sus ojos brillan cuando están frente a frente. Hoy ella tiene 80 años y él 85, hace 15 viven en Cañaveral y son el reflejo vivo de un amor que trasciende.
Esta es la historia de una pareja que se juró amor eterno, han cumplido la promesa de estar juntos en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que Dios así lo decida, como se los dijo el sacerdote en el altar.
Una historia de amor
Ella tenía solo 12 años cuando Jorge la vio por primera vez en el colegio Nuestra Señora de Chiquinquirá, que era propiedad de sus hermanas, en Bogotá. En ese momento Ligia era una niña que se destacaba por participar en las actividades del colegio y por llevar en su cabello unos churcos impecables, a los que llamaban ‘cachumbos’. Por eso a Ligia le decían ‘Cachumbitos’.
En ese momento Jorge tenía 17 años, gozaba de la vida, se había cruzado con la niña una que otra vez pues él dictaba clase en los cursos más altos. Él cuenta que vivía la vida con tranquilidad y confiesa que en aquella época era mujeriego, que le gustaban las mujeres comprometidas porque no tenía nada que perder con ellas.
Sin embargo, a los 22 años y tras la insistencia de sus hermanas por sentar cabeza y escoger una esposa don Jorge le pidió a Dios que le pusiera la mujer de su vida en su camino.
“Le pedí a la Virgen que me ayudara, que yo quería conocer una mujer con la que pudiera compartir mi vida y formar una familia. Después me acordé de ‘Cachumbitos’ y llamé a mi hermana y le dije que ya sabía quién sería la mujer de mi vida, así que le pedí que me ayudara con ella y me dijo que no, que cómo se me ocurría… Finalmente la convencí y me ayudó en un baile que había por esos días” cuenta Jorge.
Así fue, sin temor se le acercó para que bailaran, “ella me dijo: ‘¡no, no señor García usted es novio de Olguita (risas)… Pero finalmente bailamos toda la noche y se dio cuenta que yo no tenía nada con Olguita”, dijo don Jorge.
Finalmente el amor floreció, para Ligia no fue tan sencillo, ella era una simple estudiante y él un profesor, pero se hicieron novios y así comenzó esta historia de amor. “Para mí era terrible al principio porque las niñas del colegio se reían de mí… Pero poco a poco me acostumbré”, dice Ligia.
La época era completamente distinta y la formalidad del noviazgo en esos días hizo que la relación se fortaleciera, “eso no era como ahora, yo le vine a agarrar la mano cuando teníamos casi ocho meses de novios y el primer beso fue por esa época y eso porque se lo robé”, relata don Jorge con una sonrisa pícara.
Dos años y medio de noviazgo fueron suficientes para saber que serían esposos. Decidieron que la fecha de su unión sería el ocho de diciembre de 1951, no fue nada concurrido, así lo cuenta él. Fue en una pequeña capilla con un sacerdote conocido.
“Empezamos a hacer planes a mitad de año y resolvimos que la boda sería en diciembre, pensamos que íbamos a estar juntos por siempre, yo no pensaba en nadie más y él tampoco. Disfrutamos de nuestros primeros años de casados porque casi cuatro años después llegó nuestra primera hija”, dijo Ligia.
Comenzó el matrimonio
Por esa época no tenían casa propia, “mi mamá no permitió que yo me fuera para la casa de los papás de ella, en contra del mi papá, pero nos fuimos a vivir allá” dijo Jorge.
Pero según cuenta la pareja las cosas no fueron tan complicadas porque Ligia supo ganarse el amor de sus suegros. Su suegra se convirtió en una cómplice con quien iba a cine mientras su esposo y su suegro trabajaban.
Casi cuatro años después empezaron a llegar los hijos, son padres de tres mujeres, abuelos de ocho nietos, bisabuelos de tres bisnietos y uno en camino.
En medio de los años y del trabajo por salir adelante doña Ligia pudo estudiar fisioterapia, y comenzó a trabajar, pero se dio cuenta de que su carrera no la unía con su esposo.
“ ‘Papi’ (Jorge) es abogado y yo fisioterapeuta; pero cuando llegaban los amigos ellos hablaban de derecho y cuando llegaban mis amigas hablábamos de músculos, entonces me di cuenta de que era necesario tener más en común y me metí a estudiar derecho”, dijo Ligia.
Luego de tres años en la universidad tuvo que detener su estudio, pero una de sus hijas la alcanzó y las dos terminaron carrera juntas en la misma universidad.
Esta pareja llegó a Cañaveral hace 15 años, venían de paso porque al esposo de una de sus hijas lo enviaron a Santander por cuestiones de trabajo, pero la pareja se enamoró de Cañaveral y se quedaron.
“Nos encantó, estamos felices, ellos se fueron y nosotros nos quedamos. El clima, la gente, la ciudad, todo nos gustó y acá estamos” dijo don Jorque, quien a sus 85 años aún litiga.
El secreto de la felicidad
Pocas parejas logran una estabilidad con su pareja, para ellos estar juntos es cuestión de vida, se complementan y no se imaginan la existencia del uno sin el otro.
Gracias a su estabilidad sus hijas también gozan de buenos matrimonios, al menos así lo cuentan ellos: “el respeto en una relación es fundamental, porque yo había podido ser un poco fuerte, pero mi maridito ha sido un complemento, pero sobre todo es ser felices, estar siempre felices y darle prioridad al amor, ese es el secreto de un buen matrimonio.
“Uno ve parejas que tienen mucho tiempo juntos pero no se ven felices, para nosotros lo importante ha sido el amor, por otro lado es importante la tolerancia porque todos los humanos cometemos errores, qué tal al primer error y ya nos separamos, eso no es así”, dijo Ligia.
Lo cierto es que esta pareja es de las pocas que existen por ahí, con 63 años de casados siguen dispuestos a darle prioridad al amor y a la felicidad hasta que la muerte los separe.
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años y medio duró el noviezago, a estos se suman los 63 de casados.