30 años de historia que crearon una familia
Audry Laguado
Doña Soledad Reyes de Polanía, Jorge Mick, Rafael Bohórquez, Luisa de Liévano, Ruby Rojas, Víctor Manuel Álvarez y Rodolfo Saavedra, no son familiares, al menos no por genética.
A todos ellos los une un lazo más fuerte, años de trabajo y la lucha por sacar adelante un sueño.
Han compartido gran parte sus vidas en medio de los pasillos de Cañaveral Centro Comercial, conocen sus hijos, sus nietos, sus amigos, y han compartido momentos alegres y por qué no, momentos difíciles.
Son ellos pioneros tras 30 años de historia del complejo comercial y siguen ahí; caminando de un lado al otro y trabajando sin parar, pues tienen la seguridad de que el futuro será cada vez mejor.
Quizá ellos son parte de la visión que alguna vez tuvo don Armando Puyana cuando hacia los años 80 se echó al ruedo con la creación de un complejo en el que la gente pudiera pasar un rato agradable en familia y hacer compras al mismo tiempo.
Don Armando ya no está. Pero quedaron ellos, quienes creyeron en el proyecto del crecimiento del sector y en la actualidad gozan de sus recuerdos de un inicio que no fue fácil, pero sobre todo disfrutan del cariño que ha crecido con los días.
Como una familia
En la sala de juntas del Centro Comercial inició la reunión.
La primera en llagar, muy bien arreglada y con bolso en mano, fue doña Soledad Reyes de Polanía, minutos más tarde llegó Rodolfo Saavedra. Ambos estaban sonrientes y hablaban con la familiaridad y el cariño que regalan los años.
Doña Soledad, o doña ‘Solé’ como la conocen todos, ha estado en el Centro Comercial hace 28 años: “el mismo don Armando Puyana me llamó, pues él me conocía porque yo le cortaba el cabello. Por los días en que me iba a pensionar me dijo: ‘¿y qué va ahora hacer Soledad?’ y le respondí que estaba pensando en tener una peluquería propia porque no me sentía capaz de quedarme haciendo nada.
“Entonces me dijo: ‘camine para el Centro Comercial Cañaveral’ y me trajo un día; todo estaba desocupado, miró y me dijo, ‘este es el local que te conviene. Pero vas a tener un poquito de problema por el fiador… Pero yo te fío, no te preocupes’”, relató doña Soledad.
Rodolfo, de 42 años, que no los aparenta, también escucha atento la historia de la peluquera. Él es empleado de un local de calzado donde ha trabajado durante 23 años y se confiesa un enamorado de Cañaveral porque ha sido testigo de su crecimiento.
“Cuando llegué al almacén el empleo no era para mí, era para mi hermano. Pero él estaba prestando el servicio así que me llamaron.
“Recuerdo que no estaban los otros centros comerciales, donde actualmente queda La Florida era una zona donde íbamos a volar cometas… ha sido muy bonito ser testigo del crecimiento del sector”, confiesa con una sonrisa.
En medio del relato de sus recuerdos, en el fondo del salón se escuchó una voz recia, pero bastante alegre: “¡buenos días!” era don Víctor Manuel Álvarez, se saludaron de manera afectiva y en cuestión de segundos la conversación se tornó en medio de risas y en preguntar por personas conocidas.
Detrás llegaron Rafael Bohórquez, Luisa de Liévano y Ruby Rojas. Todos se sentaron y empezaron los recuerdos en común: “se acuerda que esto era solo… Solo habían unas cuantas casas… No había nadie en los primeros años (risas)”.
Tal vez sin darse cuenta, estaban en medio de una amena reunión que se planteó de forma casi improvisada el día anterior.
Los recuerdos
“Comencé con un local en el que tenía una inmobiliaria a su vez comercializaba los locales”, dice Víctor, de un momento a otro se voltea y a su lado está Ruby, y dice con gran entusiasmo, “¡mire yo conocí a esta mujer cuando tan solo era una jovencita!”.
“Recuerdo que todo esto era monte, en ese momento don Armando hizo algo similar a lo que logró Pedro Gómez en Bogotá con Unicentro… pero por supuesto esto no se comparaba con la capital, era distinto.
“Los primeros 10 años fueron muy difíciles, acá asustaban, la soledad era tremenda. Pero poco a poco se fue consolidando lo que tenemos hoy día.
“Mire, en el segundo piso fue difícil porque ahí se podía jugar ‘bola de trapo’, de la soledad”, relató Víctor.
En este espacio muchos crecieron, varias generaciones vivieron sus mejores momentos en estos pasillos cuando disfrutaban de las ‘maquinitas de Cañaveral’: “nosotros iniciamos con un ‘localito’ con maquinitas, teníamos Pacman, el famoso come galletas, y mesas de disco, entre otros…
“Esto era un área de paseo porque le gente venía desde Bucaramanga y para la época eso era tremendo paseo. Con el tiempo ya llegó Divertrónica, nos incorporamos a las áreas comunes, luego pasamos a otro local y después nos pasamos a donde estamos ahora, lo cierto es que fuimos el primer local con juegos para niños en Cañaveral”, relató Ruby.
Los buenos presentimientos
“Cuando se habló del proyecto de la realización del centro comercial La Florida se dijo mucho al respecto, finalmente el terreno se vendió y con esa plata nosotros remodelamos Cañaveral y una semana antes de abrir La Florida nosotros ya estábamos listos con nuestros cambios.
“Creo que uno de nuestros secretos es que con el paso de los años nos hemos actualizado en todos los aspectos, pero tal vez lo más bonito y lo que nos hace diferentes, es que es un centro comercial familiar, la gente viene parquea al aire libre, hace sus diligencias y la pasa rico” relató doña Luisa de Liévano, quien ha estado al frente de la junta directiva por más de 14 años.
Todos tienen una historia que contar, Rafael Bohórquez, no fue la excepción. Ante sus amigos recordó cómo lo que muchos creyeron un mal negocio fue su éxito.
“En esa época me habían hecho un préstamo en un banco, como teníamos una fábrica de confecciones me pareció que lo más acertado era comprar una camioneta y así lo hice. El primer paseo fue acá a Cañaveral, era 1984, en ese paseo me interesé en el centro comercial y pregunté.
“Me entusiasmé por el tamaño de los locales, era ideal porque lo entregaban con acabados. Conclusión, la última vez que vine le dije que lo quería comprar, pero lo tenía apartado el jefe de ventas.
“Finalmente me dijeron que tenía que apartarlo con $500 mil y las cuotas mensuales eran de $190 mil… El problema fue que me tocó vender el carro para conseguir los $500 mil porque no tenía la plata.
“Mi familia casi me mata porque le perdí plata al carro al venderlo. Al final vine, lo aparté, en la casa casi me fusilan, pero yo sabía que me iba a ir bien porque el primer día vendí $190 mil, y dije ¡ya hice lo de la cuota esto va a estar bueno! (risas)”, relató Rafael.
Ahí siguen todos, trabajando y haciendo historia.
La primera heladería
El primero en llegar con sus helados fue Jorge Mick, en la búsqueda de ampliar su negocio buscó un local donde hoy se mantiene con Cremas. “Con las ofertas miramos los locales y escogimos el área sobre planos. Recuerdo que comenzamos a vender y aún no se había terminado y alguien nos dijo, ¿por qué no ponen una nevera para que los obreros compren los helados? e instalamos una carpita y nos fue bien.
“Al comienzo fue lento, duro. Cañaveral no estaba tan poblado, pero se trabajaba con cierta calma porque no había tanta competencia”, relató el empresario, quien asegura que el éxito del complejo es que es un espacio familiar donde su negocio ha crecido.
Así se planeó
El Centro Comercial Cañaveral fue concebido y planificado por don Armando Puyana, como el eje integrador de los desarrollos urbanos, económicos y sociales que venían para el sur de Bucaramanga.
El boceto modular del Centro Comercial fue ideado por un arquitecto estadounidense en 1982 y plasmado en diseño definitivo por el arquitecto Augusto Rojas Valenzuela, que permitió la construcción simétrica de todos los locales, con fácil acceso y cómoda movilidad.