Cañaveral de recuerdos
Audry Laguado M
Hace cuarenta años los habitantes de las carreras 25 hasta la 26A, entre calles 30 y 31 de Cañaveral, quizá no vislumbraron el cambio que tendría el sector donde se forjaron sus familias.
Tal vez nunca se imaginaron que el crecimiento y la demanda comercial terminarían con las viviendas para abrir paso a uno de los sectores más importantes del área metropolitana de Bucaramanga en términos económicos.
Nadie pudo hacer nada, la modernidad se impuso y aquellas clásicas familias, de viviendas grandes donde quizá muchas veces se sirvió en la mesa caldo con arepa de maíz, buscaron otro terruño para no interrumpir el imparable cambio que sufrieron sus cuadras, donde tal vez muchos pequeños jugaron o aprendieron a montar bicicleta.
En la actualidad podría decirse que estas dos manzanas hacen parte del corazón de Cañaveral: cientos de imágenes y letreros de anuncios de diferentes colores y formas se levantan en cada propiedad, a lado de dos imponentes vecinos, los centros comerciales: La Florida y Cañaveral.
Restaurantes, bares, droguerías, desayunaderos, peluquerías, gimnasios, viveros, estancos, oficinas de envíos, clínicas odontológicas y colegios son algunos de los tantos negocios que han crecido en estas calles.
Los cambios y la adaptación
Las fachadas de aquellas viviendas acogedoras y de tradición santandereana cambiaron radicalmente, podría decirse que prácticamente se extinguieron. Solo sobreviven unas cuantas que se pierden en medio del caos y el ruido que invaden las calles casi que las 24 horas del día, pues desde las primeras horas de la mañana retumba la música de los gimnasios y los pitos de los carros que pasan buscando una salida o un destino próximo en alguna acera.
Pese a la demanda comercial, algunos de esos antiguos habitantes, de hecho muy pocos, se resisten a dejar sus propiedades.
Tal vez sin proponérselo se han acostumbrado al bullicio y encontraron en estas cuadras un lugar absolutamente cómodo para pasar sus años dorados y sacar ventaja de todo lo que les ofrece el comercio.
Pues por fortuna no deben moverse demasiado, a un par de pasos o simplemente con una llamada en cuestión de minutos llega hasta sus puertas algún pedido que satisface sus necesidades inmediatas o de simple gusto.
El pasado
Desde que comenzó la comercialización de sector, solo quedan los recuerdos que conservan pocas personas.
Cuarenta años atrás, uno que otro comerciante le apostó a montar su negocio en estos caminos, otros vieron en sus casas la posibilidad de ganar dinero al alquilarlas, incluso en muy pocos casos, sin alterar las fachadas. Otros simplemente vendieron y tal vez se fueron buscando un poco de tranquilidad.
Sin embargo fueron más osados que hicieron de sus clásicas casas pequeños complejos comerciales para grandes marcas.
Las dificultades
Hoy los vecinos son administradores, o empresarios que buscan todos los días satisfacer sus clientelas y los problemas son otros: “lo que está ocurriendo en este sector es que algunos dueños están pensando que acá ganamos millones y millones, y constantemente le suben a los arriendos.
“En el peor de los casos, de primera mano los cobran muy caro. Hay casos de personas que ya tienen muchos años por acá y ya tienen clientes fieles y lograron posicionar sus marcas, pero en otros casos no sucede así.
“Hace poco unos muchachos pusieron un negocio por estos lados, pero con el arriendo tan caro no pudieron salir adelante y se fueron ahí están los locales desocupados. La gente llega con sus sueños y su plante pero a veces esto se pone difícil”, aseguró una comerciante de la carrera 26.
Por otro lado otros creen lo contrario, “cuando uno inicia un negocio debe tener en cuenta los gastos, entre ellos el arriendo; por eso algunas personas fracasan, sin embargo esto no quiere decir que esto sea fácil”, dijo Norberto Hernández, Bonilla, estilista de Cañaveral.
La realidad es que aquellas viviendas quedaron en los recuerdos y ahora hacen parte de la historia.