Sobre la teoría de las ventanas rotas
Estoy muy de acuerdo con la editorial del señor Fabio Peña publicada en la pasada edición (183) sobre la ‘Teoría de las ventanas rotas’.
En nuestra ciudad los encontramos por doquier.
Quienes vivimos al sur, a diario lo vemos en la mal llamada autopista: haciendo memoria, recordamos que recién inició el funcionamiento de Metrolínea había un respeto por el carril exclusivo que con el transcurso del tiempo se fue perdiendo.
Y lo peor, alentado por los mismos alféreces que con su cambiante y errático criterio empezaron a estimular su uso y otras veces lo prohibían.
No he podido encontrar el calificativo para designar el deprimente espectáculo de los policías bachilleres que no son obedecidos por nadie. Se paran a impedir el paso a quienes entran al carril exclusivo y solo son obedecidos mientras pasan al frente de ellos y enseguida retornan los conductores por el carril prohibido. La escasa autoridad que representan queda reducida a nada.
A esos muchachos los deberían desplazar a que realizaran otras labores más productivas, de policías cívicos, por ejemplo, y no exponerlos a que un día de estos los atropelle uno de esos buses; lo cual es muy probable porque si fuera poco, los ve uno permanentemente distraídos con el celular o ‘comadriando’ con los compañeros.
Lo peor es que no nos podemos hacer muchas ilusiones con los nuevos alcaldes porque es una decisión que no llevaría implícita la consabida ‘mordida’.